Ya hablar de la danza con propiedad, obliga a profundizar en lo que es “El Arte del Movimiento” sin importar sus distintas modalidades, pero establecer su relación con
Y más complicada es la investigación cuando
intentamos remontarnos a la cosmovisión céltica-hiperbórea, pues ellos rechazaban
la escritura a pesar de haber sido maestros de Pitágoras (muy admirados por
Aristóteles) –asunto que también está en discusión entre historiadores. Aún con
esas y otras lagunas, lo que interesa aquí es el papel de la danza en la
historia de nuestras culturas ancestrales. Yo, en particular, no diría que “La historia de la danza refleja los
cambios respecto de las relaciones del pueblo con su conocimiento del mundo”,
yo sería aún más enfática: quizás
antes, durante y después de la era glacial, el entero conocimiento del mundo de aquellos pueblos fue adquirido por
la danza pues consideraban el movimiento, inherente a aquella, como el Poder
Supremo de creación y potenciación de todo lo que es. Evidentemente que la
danza expuesta en estos términos, en aquellos tiempos se restringía a una elite
sacerdotal, bien fuese brahmánica, faraónica, druídica, chamánica, y todas las
expresiones populares de entonces constituían un remedo de las sacerdotales. Lo
curioso de esa época es que no separaban el
conocer del movimiento, en dos cosas
diferentes. Ellos asumían que la mente es
el movimiento eterno de la conciencia cósmica absoluta, a la cual se podía
acceder fácilmente, alterando el estado consciente del sumo sacerdote, de la
sacerdotisa o del chaman durante su danza.
Vale decir que unos 2.600 años antes que Sócrates
sentenciara... “Poseemos inteligencia, y esa posesión debe estar contenida en
la primera causa que creó al universo”,
ya los vedas o célticos-hiperbóreos iban más allá de tal afirmación con sus
danzas, cánticos y poemas, como está en el “Rig Veda”. Sin embargo, ese más
allá no era entendido fuera de las fronteras del mundo concreto, como lo
pretenden los metafísicos, sino que lo real es mera conciencia temporal. Por
ende, no existía el concepto del Tiempo
en los tres segmentos secuenciales (pasado-presente-futuro), ni la dicotomía
“mente y cuerpo”. El “No Ser”,
manifestado en el ser, significaba “la
seidad”, o en términos modernos: “el
continuo”… fundamental para alcanzar la maestría de todas las artes del
movimiento como las marciales, cuyos principios permanecen en sintonía con antiquísimas
cosmovisiones –más viejas que El Tao de Lao Tse. El taoísmo conserva la esencia
y objetivos de sus predecesoras: el
cambio viene dado por el perpetuo movimiento en torbellino del “Uno” primordial, que se manifestó en dos, en miles... en infinito. En diversidad:
en animales; vegetales; rocas; ríos;
tierra; atmósfera y miles de otras cosas fabricadas por nosotros los supuestos
“humanos” para satisfacer su burbuja, falazmente llamada “felicidad” pues nunca
están satisfechos en ningún sentido: material; social; económico; financiero,
ni afectivo. En esas viejas culturas el danzarín era el sumo sacerdote, que a
su vez era médico, botánico, químico, físico, geómetra, cosmólogo, juez, guerrero.
Menos rey. Por decir lo menos, la
agricultura se desarrolló a partir de sus observaciones a la naturaleza y de
ahí, dícese de pueblos pastoreños y ganaderos originales. Entonces sostenían
que el verdadero templo no era el de piedras sino el propio entorno natural y/o
el cuerpo humano, y toda manifestación fenoménica estaba sujeta a las leyes del
cambio y regreso al “Uno” informe primordial. Antes que existiera el sánscrito,
los vedas y los dravídicos transmitían oralmente tales enseñanzas. Fueron los primeros
en acuñar términos como el “átomo” y “jiva”, de donde proviene el de “ojiva nuclear”, y no de los atomistas
griegos: 400 años ad. C., apenas. Las danzas solares, no eran meramente
ritualistas pues expresaban un profundo conocimiento del Sol, llamado Surya,
Baal, Ra, Apolo, Lugh, etc., por los védicos, fenicios, egipcios, griegos y
celtas, respectivamente. Se decían “hijos
del Sol”, como lo es todo cuanto
existe en nuestro sistema, y dentro de él la simiente que es y no es al mismo
tiempo: “el innombrable”, que ocupa un espacio de ningún tamaño
y en consecuencia no es visible. Conocían los “ciclos” y duración de sus
salidas por el este y el oeste. Sabido es que los sacerdotes egipcios le
dijeron a Herodoto que el Sol salió por el oeste varias veces y luego por el
este, como ahora, y eso mismo está plasmado en los calendarios de Denderá y maya.
“El mundo
es causal, local y determinado”, según Newton, quien instauró las
leyes del movimiento que gobiernan hasta hoy aunque con las modificaciones de
Einstein. Con Newton desaparece por completo la Danza Cósmica del
Rey Shiva, que es movimiento en sí mismo, impulsos, ritmos de vórtices que
crean el motor de los ciclos del Gran
Movimiento (la Mente Una
Universal). Y porque es difícil imaginar movimiento alguno sin un objeto
que lo produzca, Newton llamó a estos objetos “corpúsculos” (hoy, partículas),
encargadas de transportar las fuerzas de la naturaleza. Así que la realidad es
objetiva, con un principio en el tiempo (“Big Bang”): la primera causa, o “la
causa sin causa” para los no científicos. Los nuevos físicos hablan y escriben
mucho del movimiento, y prácticamente todos sus constructos se basan en el
movimiento; llámesele Spin o giro, momento angular, velocidad, gravitación o lo
que sea. Ya Aristóteles, quien sentía obvia veneración por los celtas y druidas
de su época, había dicho en pocas palabras que “lo que existe es potencia pura”; y fiel al sabio griego, Heisenberg agregó: “somos una promesa de llegar a ser –apenas meras posibilidades con
ciertas probabilidades”. Lo primero que habría que entender es el espacio
infinito-dimensional de Hilbert, en donde accionan los sistemas-procesos psi y
cuya manifestación en el presente del físico que los observa le aparece en el
futuro de la prueba a la que son
sometidos. Por ejemplo, imaginemos que un electrón es una mujer preñada a
punto de parir un fotón en el metro Plaza Venezuela, pero como está entrando en
la estación Colegio de Ingenieros da a luz en la próxima parada antes de
montarse en el vagón de la anterior (¡!). Otra forma de ilustrar sus distintos
comportamientos es que cuando uno va del presente al futuro los sistemas
cuánticos de los que estamos hechos ya vienen de allá con la respuesta antes
que uno pudiera, siquiera, preguntarse cómo será. En resumen, en la danza el
manejo de las energías contenidas en ese continuo humano es fundamental. Más
cuando se trata del acto creativo coreográfico o el interpretativo en plena
escena. Sin embargo, no se trata de una improvisación vacua sin sentido ni
destino, porque hay espectadores que van a nutrirse de los aportes de una obra
y, por qué no, a transformar su visión del mundo y la vida que llevan.
Precisamente, el arte del movimiento tiene ese poder mágico pues en cada mudra
está contenida la sabiduría de todo el universo y las falsas ilusiones también.
Claro que está muy bien eso de que cada quien imagine cuál es el contenido del
mensaje de una coreografía, si lo hay,
ya que se trata del derecho a ejercitar el cuestionado “libre albedrío”. ¿Y por qué cuestionado?, por lo mismo
que advierte la física cuántica: el gran universo, con nosotros adentro, en su
última esencia es acausal; por eso,
si lo que existe es “eterno ahora”,
esa transformación aludida debe trascender la situación vital pasada y futura
ilusoria del espectador. La libertad es una categoría, un valor o un principio,
perdida en las noches de los tiempos civilizatorios pero que puede ser
restituida en su justa dimensión por las artes del movimiento. No por el
intelecto… ese factor racional, atado al proceso de la lógica, a la memoria de
situaciones vitales históricas colectivas e individuales y a las predicciones
del futuro, difícilmente interpretará el cambio de paradigma científico aquí
expuesto, el cual rige inexorablemente el destino político, social, económico y
cultural (global y local) que ya padecemos. Vale decir que en este contexto el
creador o artista del movimiento, con el poder del ahora que emana de su Yo cuántico al instante de crear, conoce
lo que en verdad es la libertad –para qué, cuándo, cómo y a quién sirve sin
preguntárselo. Ni siquiera sabría cómo explicarla en palabras. Simplemente
la vive cual “Satori” o verdad universal incuestionable.
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