Un químico y un físico clásico
responderán que el mundo es átomos y moléculas; un pintor dirá que es luz y
sombra sobre un conjunto de volúmenes en el espacio; un relojero estará
convencido de que es el tiempo que discurre en el espacio; los místicos jurarán
que es una energía mental, espiritual, psíquica, bastante superior a los
fenómenos de la naturaleza captados por los cinco sentidos; los filósofos
debatirán sobre si el mundo es o no es realidad estrictamente física; un
bailarín dirá que es movimiento, aún cuando éste no pueda operarse sin algo que
lo impulse; un músico asegurará que el mundo es la frecuencia en la que vibran
acordes consonantes sometidos a un ritmo específico y en un lapso determinado.
Mientras tanto, los más avanzados físicos y matemáticos insisten en que no hay
ninguna explicación científica que demuestre que el mundo es tal y como lo
percibimos, y hasta se preguntan por qué percibimos.
Evidentemente, a partir del surgimiento
de la nueva física, la concepción dualista de un mundo material y otro mental
fue reemplazada por otra visión del universo: la realidad cuántica. Sin
embargo, el drástico rompimiento con Descartes no significó el descubrimiento
de otra filosofía que definiera un universo distinto al clásico, en su lugar,
instó a encontrar la base de las percepciones humanas en la conciencia, con el
fin de solventar la controversia entre el mundo exterior captado por los
sentidos y la realidad interior del mismo. Estos nuevos científicos no admiten
la postura de los biólogos, quienes rechazan toda posibilidad de un estado
cuántico jugando un papel decisivo en los modos de pensamiento.
El desafío a encontrar el “res
cogitans” (la cosa mental), que da origen a las sensaciones, emociones, ideas,
pensamientos y concepciones, significa la búsqueda científica del asiento real
de la conciencia, o el trono del alma; pero, a pesar de todo el conocimiento
puesto al servicio de esta materia sólo hay una remota posibilidad de que
dichos esfuerzos triunfen. El primer problema radica en que no se trata de un
objeto físico al que hay que localizar dentro de una persona, no obstante,
tiene existencia real (puesto que pensamos); el segundo dilema es que el Yo
interior no parece ocupar un lugar determinado dentro del cerebro, por lo que
es indispensable saber qué clase de leyes rigen la conciencia, si no son
físicas.
Por otro lado, los expertos de la
Inteligencia Artificial (IA) aseguran que algún día sacarán al mercado una
computadora con idénticas facultades a la conciencia humana. Entonces quedaría
demostrado que ésta es una mera contingencia, es decir, un fenómeno secundario
irrelevante en la existencia del universo; un accidente de la naturaleza que
puede darse siempre y cuando las estructuras logren un elevado grado de
complejidad en su evolución (como por ejemplo, el cerebro humano), y para lo
cual no es necesario la intervención divina de un Dios. Paralelamente, la
posibilidad de que fuimos creados a imagen y semejanza de inteligencias
extraterrestres ganaría terreno con la clonación de un humano; más todavía, si
los partidarios de los OVNIS relacionan la clonación con la larga espera que
han tenido las momias de los faraones egipcios, “hasta que los científicos del
futuro los regresen a la vida”, la vieja hipótesis de su sabiduría y origen
extraterrestre volvería a la moda.
Sumándose a la gran interrogante de
nuestro papel en el universo está la incertidumbre y el azar de la mecánica
cuántica que se opone frontalmente al determinismo clásico, porque éste insiste
en que la conciencia no existe; porque el mundo, sea lo que fuere, es o tiene
que ser objetivo. De lo contrario, tanto la ciencia como los avances de la
civilización actual llegarían a su fin.
Filosofía, viene del griego phílos
(amigo), y de sophía, que significa ciencia; un Doctor en Filosofía puede
entenderse como aquél que traduce su conocimiento exacto del mundo en una
reflexión inequívoca de éste. La disparidad de las diversas interpretaciones
del mundo surge a partir del Einstein de 1922, ó, exactamente cuando el
príncipe Luís de Broglie advirtió que el mundo es dualidad partícula-onda
(1924), cuyo resultado es la mecánica cuántica desarrollada y fundada en la
década de 1925-35. Entonces nace el debate en torno a lo que es una onda, por
qué, cuándo y dónde colapsa la función de onda causante de que el mundo
repentinamente aparezca, ante los ojos de su observador, como lo que es.
La respuesta provino de John von
Neumann, cuando publica “Die Grundlagen” (algo así como “El Lago Terrestre”),
en el cual dicta una cátedra acerca de la única naturaleza cuántica del mundo y
nuestra ignorancia de la misma. El célebre matemático afirma que la onda no es
un objeto, una cosa, o algo que pueda ser definido de acuerdo al sentido común.
Puesto que nada puede desaparecer el asunto cuántico, de acuerdo a von
Neumann, después de una serie de pasos
llamados “cadena”, la función psi del mundo colapsa en la conciencia. En
consecuencia, la pregunta es: ¿qué es y dónde se encuentra la conciencia?.
Werner Heisenberg fue el primero en
sentenciar que “algunos físicos preferirían regresar a la idea de un mundo
objetivo real cuyas partes más pequeñas existen objetivamente en el mismo
sentido en que las piedras y los árboles existen independientemente de que los
observemos. Esto, como quiera que sea, es
imposible”. Para completar este cuadro, Niels Bohr declaró que “es inútil
insistir en la existencia de una realidad interior objetiva del mundo, porque tal realidad no existe”. Y entre
ambas interpretaciones se erige la de Erwin Shrödinger: “no hay dos mundos: el
que existe y el que es percibido. El
sujeto y el objeto son solamente uno. No puede decirse que se haya
derrumbado la barrera entre ambos como resultado de recientes experiencias en
el campo de las ciencias físicas, porque esa barrera no existe”.
Shrödinger,
padre de la mecánica ondulatoria y cofundador de la mecánica cuántica, era
amante y docto en la filosofía-madre oriental del mundo, específicamente la de
los vedas del Indostán (léase su libro ¿Qué es La Vida?). Mientras tanto,
Albert Einstein estaba empeñado en someter la nueva teoría a severos
cuestionamientos matemáticos y pruebas de laboratorio, pues uno de los
problemas derivados de la función de onda es su facultad de esparcirse por todo
el espacio-tiempo, y por ende, la misma estaría en todas partes al mismo tiempo
pero en ninguna objetivamente.
Si el asunto del
cual está hecho el mundo presenta un estado capaz de invadir todo el universo
con su presencia implicaba que la información de un evento podía viajar más
rápido que la luz, no atravesaba el espacio-tiempo local y causal, y la acción
a distancia era simultánea. La preocupación emerge porque, con todas las
diferencias que distinguen el universo einstenio del de Newton, Einstein
respetaba el aspecto local determinista de la versión newtoniana del mundo
hasta que un buen día, en 1964, John Stewart Bell demostró matemáticamente que
“la realidad percibida no es local, y, si
lo es, está equivocada”. Años más tarde, luego de la muerte de Einstein, en
el actual laboratorio de Ginebra (CERN), se comprobó que el teorema de Bell era
correcto.
En razón de lo
anterior, algunos filósofos occidentales, venezolanos entre ellos (como por
ejemplo, José Balsa), se sorprenden ante los planteamientos metafísicos
expuestos por el más avanzado matemático y físico de los tiempos actuales,
Roger Penrose, en su libro “La Nueva Mente Del Emperador”. El punto formidable
de este matemático no es su platonismo en tanto las matemáticas, sino el aquí y
ahora en el cual se opera la impresión del siendo, puesto que el tiempo de
nuestras percepciones, “en realidad”, no fluye en la dirección lineal
percibida, y que ¡podríamos estar
malamente equivocados al aplicar las reglas del tiempo físico usual al
considerar la conciencia!. En consecuencia, la pregunta acerca de la misma
realidad física es inevitable.
En gran parte,
debido al paralelismo entre el estado cuántico del mundo y la descripción
oriental del mismo, establecido por
varios físicos y matemáticos de este siglo, puede inferirse que en occidente
era inevitable la entusiasmada bienvenida y auge del concepto oriental del
universo y de la vida. Sin embargo, está claro que hay algo que no cuaja en las
normas civilizatorias de nuestra sociedad para que estas estén en sintonía con
el conocimiento de la ciencia actual. El nuevo paradigma es muy difícil de
asimilar porque el hombre de hoy todavía depende del único sistema de
pensamiento que soporta su conducta, el cartesiano; de hecho, lo contrario de
no ser es no pensar, luego no existir; mas,
si el tiempo no transcurre, podría significar que el individuo estaría parado
en ningún lugar del universo que percibe.
Para confrontar
semejante asunto es obvio que la sociedad occidental requiere de una fuerte
dosis de valentía, porque, aparte del ego y la utilidad de sus servicios
expuestos a la explotación de su miedo a la muerte, a la vejez o a la Entropía,
a la enfermedad y a la pobreza, al caos del sistema político-económico, etc.,
lo que está en juego es la necesidad de la existencia de Dios para explicar el
sentido del siendo y del propio mundo percibido. En consecuencia, el trabajo de
nuestros filósofos valdría más que el doble de su coraje, puesto que, en esta
época, es muy difícil ser sabio luego de las contundentes afirmaciones y/o
pruebas de Bohr, Heisenberg, Shrödinger, von Neumann, Bell, Penrose y otros.
ZHANDRA RODRÍGUEZ
Caracas, 20-9-97
Dices: "...si el tiempo no transcurre, podría significar que el individuo estaría parado en ningún lugar del universo que percibe."
ResponderEliminarEso me recuerda aquel famoso koan zen que reza: "Arriba, ni una teja para cubrir la cabeza; abajo, ni un centímetro de tierra donde asentar el pie."
Ese estado que los budistas llaman "sunyata"
Escribes: "Para confrontar semejante asunto es obvio que la sociedad occidental requiere de una fuerte dosis de valentía [...] En consecuencia, el trabajo de nuestros filósofos valdría más que el doble de su coraje [...]"
ResponderEliminarMe recuerda las palabras de Stefan Zweig en su libro "La lucha contra el demonio": "Nietzsche ama el máximo abismo de todo conocimiento y todo su ser marcha hacia esta conclusión mortal: “¿Qué dosis de verdad puede soportar un hombre?” Ésa fue la pregunta que durante toda su vida se hizo ese gran pensador, pero, para medir la capacidad de resistir la verdad, se necesita antes franquear la zona de seguridad, a fin de llegar al escalafón en el cual el hombre ya no la soporta ese escalafón en que el conocimiento se hace ya algo mortal, donde la luz es ya tan fuerte que ciega."
O como bien dice el propio Nietzsche en su "Ecce Homo": "¿Cuánta verdad soporta, cuánta verdad osa un espíritu?, esto fue convirtiéndose cada vez más, para mí, en la auténtica unidad de medida. El error (-el creer en el ideal-) no es ceguera, el error es cobardía... Toda conquista, todo paso adelante en el conocimiento es consecuencia del coraje, de la dureza consigo mismo, de la limpieza consigo mismo ... Yo no refuto los ideales, ante ellos, simplemente, me pongo los guantes ... Nitimur in vetitum [nos lanzamos hacia lo prohibido]: bajo este signo vencerá un día mi filosofía, pues hasta ahora lo único que se ha prohibido siempre, por principio, ha sido la verdad."
La verdad nos hará libres, o nos aplastará (si somos débiles)... Pero no podemos seguir evadiéndola. Ya es hora de enfrentarla, así nuestros egos queden aniquilados en ese proceso.
Qué te puedo responder, durante más de veinte años leí tanto a Nietzsche hasta llegar a pensar, sentir y actuar como él. Creo que por eso me gané el corazón de los alemanes y después toda Europa, interpretando la 3a de Mahler... "Lo que el amor me dice" y "lo que los niños me dicen". Siempre he sido tan dura conmigo misma que he llegado hasta la crueldad. Amo el riesgo, los retos más difíciles, las "dosis fuertes de verdad" y no puedo vivir sin la soledad... aunque me encantan las juergas y mezclarme entre las muchedumbres de vez en cuando.
ResponderEliminarLa ceguera de nuestra sociedad, se debe a su ignorancia del nuevo paradigma científico que debería regir nuestros modos de pensar, hacer y vivir. Y, ciertamente, se requiere coraje, hambre y amor a la verdad además de apertura mental.
Por otra parte, vencer el miedo al triunfo, al fracaso, a la muerte, solo es posible con el conocimiento del sí mismo -en primer lugar-, fumigando nuestras propias cucarachas mentales, nutriéndose de lo prohibido y rompiendo la rígida barrera del ego.
El ego es nuestro peor enemigo... siempre ensucia la jaula y es mayormente el culpable del sufrimiento, de la enfermedad, de la depresión, etc. Por eso es que la gente perdona pero no olvida. Es decir que no se conserva impoluta, virgen, pura.
Sería muy interesante, Zhandra, que escribieras en algún momento un artículo dedicado especialmente a tu relación con el pensamiento de Nietzsche... Porque tú sí que has vivido su filosofía y la has expresado en un sentido artístico-corporal y también en un sentido vital-pasional.
EliminarSaludos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarTodavía contaminados por las contradicciones entre lo fisico y lo espiritual debido a percibirnos más como contenidos q como fuente cocreadora , emprendemos estas tortuosas búsquedas..apasionantes aunque laberínticas y a veces extenuantes , cuando no frustrantes en sus momentos de choque con el contenedor que entre todos creamos. Pero todos sabemos más de lo que creemos y nos atrevemos en mayor ó menor grado a golpear en esos muros que nuestra imaginación ha forjado. Entro todos hacemos el equilibrio inestable , el metabolismo perfecto del momento, mientras el todo que somos , se expande, evoluciona hacia más capacidad de " amar" ; de ser más creadores de VIDA, cada vez más luz , en frecuencia más alta cada vez...
ResponderEliminarPercibimos lo que necesita nuestro estado evolutivo y forzar la apertura de esos pétalos de flor en sagrado aprendizaje , siempre traerá muerte...y nuestro instinto de sobrevivencia ejerce el miedo en defensa propia , del ego y de todo nuestro ser.La muerte alimenta vida nueva y lo sabemos, por eso muchos elegimos morir más "lentamente", alargando los "días" en este plano, respirando a media vida, a media marcha y columpiándonos por ratos sin atrevernos a lanzarnos del columpio.
Para mi Dios es esa inteligencia perfecta del todo ; el amor supremo creador. Las imágenes y manifestaciones más "fisicas"que lo simbolizan, que nos comunican su verdad en nuestro lenguaje personal , son Dios también. Es una energía que toma la forma que le demos.., pero ES ...a pesar de las inexactitudes de nuestras limitaciones temporales y nuestro ser completa lo que falte en esas formas culturales de expresar nuestro deseo y comunicación con DIOS.
ResponderEliminarLo que se ha llamado inconsciente ; el maestro interno y su conexión con el conocimiento intuitivo q a traves del silencio. meditación y culaquier otra forma de oración, puede aflorar en diversos grados.
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